domingo, septiembre 27, 2020

LA EXHIBICIÓN DE LA PERRA PRESCINDIBLE


Todos vienen a ver

a la perra prescindible.

De las mutilaciones

en patas y morro

aún no se ha recuperado

y chorrea como aspersor de jardín.


Si le das comida,

girará cómicamente

en plan canelón de carne.

Mitad tragedia, mitad comedia.

Pero tienen compasión las moscas

de la perra prescindible.

No le ponen besos en el cogote,

piadosas,

solo hacen un aro alrededor.

Es la perra santa

en el museo de un Decathlon.


Todos vienen a ver

pero mantienen la distancia de seguridad.

¿Qué no tendrá

la perra prescindible?

Un tumor penoso, ¡SEGURO!

en la pupila, gangrena, ¡FIJO!

¡ALGO MUY VÍRICO!... gritan los visitantes

echando cacahuetes y zapatos.


Patalea sin extremidades

pero como si las tuviera todavía,

como un microdonquijote,

gusano de bola

o cucaracha sin cabeza.


Su ladrido es el hilillo

de una fuente que escapa del encuadre

y es probable que prefiera

el destino de un podenco viejo

al suyo, pues tiene una ciudad dormitorio

anidando en la garganta.


Una pelota cruza de nuevo el escenario.

Le toca el juego de la devastación

por el que ha pagado medio mundo

que ha venido a ver,

quiero decir, desde Donald Trump

a ti que has leído.





No hay comentarios: