Así ha quedado, con intervención de una servidora, que ha procurado -con cierta obsesión, admitámoslo- mantener el patrón dictado por la copla de apertura: 8a8b8a8b. Eso sí, con la licencia de la asonancia y las licencias personales, que para eso soy la médium.
COPLAS POR LA PASCUA CONFINADA
Tengo mi pecho de coplas
que parece un hormiguero:
se empujan unas a otras
a ver cuál sale primero.
Tengo versos en la boca
desde septiembre hasta enero:
lleno el mar, lleno las olas
con la gracia del surfero.
Tengo lágrimas de sobra
en este confinamiento
pues bajo la piel me afloran
Amazonas del afecto.
Boreales de amapola,
seguidillas del desvelo,
los flamencos por mi boca:
a ver cuál levanta el vuelo.
a ver cuál levanta el vuelo.
Y así el encierro se dobla
como la cola de un perro,
sin miedo, con voz deudora
de la de Maurizio Medo.
Tengo mi pecho de coplas
que parece un hormiguero:
se empujan unas a otras
a ver cuál sale primero.
Luego yo las pongo en hora
para no sentir que muero.
para no sentir que muero.
de una vida son las coplas,
coplas son del cancionero.
Me las guardo casi todas
pa’ que volvamos a vernos,
y así paso hora tras hora
de este tan raro tormento.
Una la paro, remota,
desde lo alto del cuello:
ladro que ladro una estrofa,
que la prima es pa' mi perro.
En mi lengua, rimas, todas,
pero mascarilla llevo:
pero mascarilla llevo:
las digo sin abrir boca
y en mi baba las releo.
Como escriba caigo en sombra
y para esa lluvia cuento
en tobillos y zozobras
sospecha y altura y hueso.
Se hace perpetua la hora
sentada sobre este asiento,
empieza a llorar la monja
sentada sobre este asiento,
empieza a llorar la monja
por eso que yo no miento.
Tengo mi pecho de coplas
que parece un hormiguero:
se empujan unas a otras
a ver cuál sale primero.
Se empujan unas a otras
a ver cuál sale primero:
a la hormiga corredora
la atraco con un mechero.
Tengo el corazón en popa
con vocación de aguacero.
Por debajo de mi sombra
con vocación de aguacero.
Por debajo de mi sombra
mi rostro es un cenicero.
Tengo el corazón en obras
con socavones de invierno.
Bajo la rama, una alondra
liba Coca-Cola Zero.
De etiqueta no voy, ropa
de casa, batín ligero;
más, cuando canto mis coplas
o de Galaxie 500.
El alma se pone tonta
cuando se viste de encierro:
tanto da si llueve ahora,
yo me leo el Martin Fierro.
Pueda ser que en otra hora
salga un rocín del pigmento
que huya por patas y esporas
cual desbocado universo.
Dos madres dan carantoñas
a sus niñas, y este encierro
llenan de aire y gominolas,
torrijas y aliño y cuentos.
Luis se explaya con sus lorzas
trabajadas con esmero,
cuenta aburrido las horas
desde el veinte de febrero.
Y Bea a Paco con coplas
aplaca como un guerrero,
y el vino que va en las copas
trae a casa un campo entero.
Por Antequera, otra copla,
dice que el Sol va volviendo.
En mi cueva Batman mora
o alucino en desespero.
dice que el Sol va volviendo.
En mi cueva Batman mora
o alucino en desespero.
la copla que más espero:
la que te diga esa cosa
que quiero pero no puedo
(cantando paso las horas,
canto que cuenta los versos,
que para callar mi boca
canto que cuenta los versos,
que para callar mi boca
solo me faltan tus besos).
Tengo mi pecho de coplas
que parece un hormiguero:
se empujan unas a otras
a ver cuál sale primero.
Se repiten amorosas
vagabundas por mi pecho,
pero pálidas me brotan:
es el mal del marinero.
En mi azotea las rosas
no traducen el encierro,
como tu estructura ósea
hacen fiesta del momento.
hacen fiesta del momento.
Y en escribiendo esta obra
ha pasado un poco el tiempo,
soñando un gol de amapolas.
Por lo demás, tiempo muerto.
Y va de vuelo esta copla
sobre el ensueño del cielo
y un viento cálido sopla

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