y un extraño
me pidió la lengua. Luego
me pasó la mano por la espalda nuda:
de repente, estábamos desnudos
en un piso preciso.
De repente, la noche onírica
se contoneaba borrachita
con sus ayes y su pelo.
Acaso eran gatos las galaxias, hermana,
yo no sé: dos cuerpos extraños
en la noche decembrina
y uno era mi cuerpo.
Yo movía las articulaciones; ¿no era mío?
Movía también el lenguaje, pues dije:
"Una cerveza y luego te marchas".
Movía las galaxias siendo yo motita
antes del mes de enero.
Desdoblada en niña y grande,
he relatado mi vida
delante del nudo extraño
pero no se diera cuenta.
Yo solo decía ola y rosa
y adverbios en -mente
y hueso,
mi legibilidad era del alud un hueso.
Acá se ha movido mi cuerpo y, allá en Japón,
una placa tectónica. Y en el texto, hermana,
en el texto ha brotado
una nueva interjección.
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